My own angel

- Pero... ¿tú no tienes alas?

- Buena observación pero... hay veces que el mirar no es suficiente para ver- la sonrisa de Gabi se había ensanchado progresivamente mientras hablaba.

Inés frunció el ceño y le miró de hito en hito mientras pensaba lo que iba a decir, tomó aire y entonces el chico levantó una mano, para que guardara silencio.

- Ven- le susurró tendiéndole la mano.

La chica aceptó de buena gana, sintiendo de nuevo ese aura protectora que irradiaba el muchacho para ella cada vez que se tocaban. Gabi se encaminó hacia la balaustrada y se apoyó en ella, mirando intensamente a la castaña. Ella bajó los ojos, tratando de centrarse en otra cosa para que sus mejillas no se tornaran color carmín. El muchacho cortó el contacto y se acercó a ella lentamente, posó sus manos sobre la cintura de Inés y la acercó a él, haciendo que escondiera la cabeza en su hombro.

Estando de aquella manera, la chica fue consciente de lo que ocurrió. Tenía un vago recuerdo de algo parecido pero no conseguía saber con seguridad si había sido un sueño. Pero ahora estaba bien despierta.

No sentía el suelo bajo los pies y no sentía que Gabi la estuviera aupando contra él. Se agarró a su cuello, forzando un acercamiento. Escuchó la cristalina risa de él y se sintió reconfortada. Abrió los ojos y entonces las vio. Parecía espumosas, como nubes incrustadas en la espalda de su amigo. Podía acariciar su contorno, era capaz de notar el tacto de las plumas suaves y blancas que a la luz de la luna se tornaban plateadas. Las alas se movían muy lentamente, al compás de la canción que el aire tocaba sólo para ellos.