lunes, 29 de marzo de 2010

Mítico, clásico, típico (9)

Mítico, clásico, típico… es una sección que trata de libros que me han marcado de un modo especial a lo largo de mi vida.




Philip Pullman forma parte de esos grandes escritores de fantasía. Con su trilogía La Materia Oscura se hizo muy famoso (al menos a mi parecer) pero a mí, lo único que me gustó de esa trilogía fue el nombre de la protagonista: Lyra y fue una de las razones por las que mi felino preferido, es decir mi gata, tiene ese nombre tan característico.

Pasando a lo importante, lo que quiero decir es que a mí no me gustó esa trilogía, me pareció pesada y no me transmitió prácticamente nada pero el destino quiso que le diera otra oportunidad en el 2002 con otra saga muy diferente pero manteniendo una cosa: la protagonista femenina.

En este caso nos encontramos con Sally. Ella se mueve en el Londres victoriano, lo que la convirtió en la primera novela en la que me ambientaba en esa época. Ella es una novela de aventuras con personajes que se hacen de querer (y que, de paso, se quieren entre ellos).

Amor, amistad, aventura. Esas son mis tres aes de la literatura, una mezcla que, si es homogénea, me conquista sí o sí y la disfruto una y otra vez como una enana.

La historia narra las aventuras de Sally Lockhart (pero sin ningún parentesco con el personaje de Harry Potter...), una joven de unos veintipocos años que trabaja como asesora financiera y que tendrá que luchar en un mundo gobernado por los hombres. A ella le acompañarán Jim Taylor y Fred Garland, dos personajes pintorescos que formaran un trío de lo más explosivo.

Investigarán, se arriesgarán, se enamorarán, todo en un volumen sorprendente con un regusto agridulce, sobre todo en el final.

Y esto me llega a la segunda parte, una segunda parte en la que Philip Pullman me volvió a demostrar que podía no gustarme otra de sus novelas. La razón: en un primer momento pensé que la narración había perdido fuerza y que el caso no era tan interesante como el anterior pero realmente me di cuenta de que lo que me afectaba de verdad era la ausencia de uno de los personajes y la presencia de otro que se había metido con calzador.

Sí, lo que estas dos novelas me mostraron son como una novela con la misma estructura y argumento puede cambiar mucho si le quitas y pones un personaje que en el primer caso era un personaje memorable y divertido mientras el segundo, a mi parecer, fue un muermo.

Lo siento por los fans de Pullman pero yo ya le he borrado de mi lista de próximas lecturas desde hace mucho tiempo.

6 comentarios:

Leara Martell dijo...

Merde! No veo las imágenes!

Yo siempre he querido leer la de la Materia Oscura, pero con tu NO categórico se me han enfriado las ganitas T_T

Tempi dijo...

Pues vaya... y yo que tengo el primero de Pullman por ahí... en fin, lo probaremos de todas formas.

Entiendo que este sea un Mítico, clásico, típico, las portadas son super guays! ^^

Sheikh dijo...

Vaya, nunca había oído hablar de esos libros... aunque puede que les de un oportunidad, porque los de La materia Oscura me gustaron bastante ^^

Iraya Martín dijo...

Cuando vi las portadas no pensé en ningún caso que fuese de Pullman. Después empecé a leer el primer párrafo y su nombre saltó en primer lugar. Ufff, pensé, ¿será la primera diferencia que encuentro con Marta?

Pues noooo jejeje
Me alegro por fin encontrar a alguien que tiene en tan baja estima como yo La Materia Oscura. Menudo coñazo de libro, acabé la trilogía porque soy muy cabezota. Solo se salva las últimas 100 páginas pero qué cosa más mala.

Me tenías casi en el bote con estos otros dos libros pero veo que la ha vuelto a pifiar así que por mucha portada atractiva que tenga, yo no pico de nuevo.

crishippie dijo...

Hola

Muy bonito tu blog ^^

Te sigo :)

Un besitooo :D

Anónimo dijo...

Otra que tampoco traga a Pullman. De hecho tenía planeado dedicarle una entrada a la razón de por qué no me gustó la materia oscura.

Te doy la razón en cuanto a los personajes: quita protagonismo a los que no debe y viceversa. Luego se "carga" a sus propios personajes no matándolos (bueno, eso también) sino cambiándoles la personalidad según le apetezca.